RENUNICA DEL PAPA BENEDICTO XVI
CIUDAD DEL VATICANO, 13 de febrero.– En apariencia, no había nada extraño en la convocatoria al consistorio ordinario del lunes 11 de febrero.
Se requería ser un tanto perspicaz para notar que en la invitación a la reunión, cuyo tema central era la canonización de los mártires de Otranto, había algo fuera de lo normal.
Lo primero es que entre los invitados había algunos cardenales no residentes en Roma, como el arzobispo de Florencia, Giuseppe Betori (normalmente asisten sólo los purpurados que laboran en la Santa Sede). Lo segundo, que el llamado iba acompañado de una súplica: “Por favor, no dejen de asistir”.
El papa Benedicto XVI guardó escrupulosamente el secreto de que allí anunciaría: su decisión de renunciar al cargo. Compartió la noticia con sólo dos de sus cercanos en la jerarquía eclesiástica, confía una fuente vaticana consultada por Excélsior.
El viernes por la mañana se la dijo al decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano. Luego, el sábado por la noche, la compartió con Tarcisio Bertone, el secretario de Estado del Vaticano.
Cuando la comunicó, llevaba casi un año meditando en ella. De acuerdo con un editorial de Giovanni María Vian, director de L’Osservatore Romano, fue al regreso de su viaje a México y Cuba, en marzo pasado, cuando Joseph Ratzinger comenzó a contemplar la posibilidad de renunciar al Papado, algo que no ocurría desde hacía casi 600 años.
“Lo que son las cosas”, meditó una fuente vaticana que pidió el anonimato. “Si el contacto con México marcó un impulso definitivo en el Papado de Juan Pablo II, en el de Benedicto XVI significó el principio del fin”.
La decisión, agrega la fuente, iba a anunciarse durante el mes de diciembre, para que le tocara al sucesor de Benedicto XVI encabezar la celebración de la Navidad. Sin embargo, el Papa resolvió esperar, aunque todo indica que sólo fue una cuestión de oportunidad. Ya estaba convencido de renunciar.
Las señales de ello son más claras desde el lunes a las 11:35 am, cuando Benedicto XVI sorprendió a casi todos en la majestuosa sala del Consistorio con un mensaje en latín que ha sacudido a la Iglesia.
En meses recientes, notan ahora algunos experimentados corresponsales del Vaticano, los signos de debilitamiento físico y deterioro de la salud del Papa, de 85 años de edad, se acumulaban: su cabello lucía siempre aplastado en la nuca, signo de que el pontífice pasaba muchas horas del día en un sillón reclinable.
También recuerdan que Benedicto XVI había suspendido sus habituales caminatas por los jardines vaticanos, luego de una caída poco comentada.
Pero el signo más claro de que algo andaba mal es que el cardiólogo Patrizio Polisca –médico personal de Benedicto XVI desde 2009– se mudó de su casa para estar más cerca del Papa. Y no es que los padecimientos vasculares del jerarca de la Iglesia fueran recientes. Este martes, el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, reconoció que Ratzinger tiene un marcapasos desde su época de cardenal.
Los problemas motrices del Papa también se habían hecho evidentes. En octubre de 2011, el Vaticano comenzó a usar un estrado móvil para los desplazamientos del Papa en la plaza de San Pedro y hace casi un año apareció por primera vez en público con un bastón. “Tiene miedo de caerse”, dijo al diario francés Le Figaro uno de sus colaboradores.
Todos estos son signos que, en retrospectiva, parecen confirmar las razones que el Papa adujo, en el consistorio del lunes, para hacerse a un lado de su ministerio luego de casi ocho años. Sin embargo, no son suficientes para aplacar el estado de shock que se nota por todos lados en la Curia Romana.
“Estamos apenas asimilando el golpe”, dice un miembro latinoamericano de la Curia. “Algunos están tristes, otros están enojados y unos más fingen demencia, pero todos estamos impactados por la decisión del Papa. No la vimos venir, esa es la verdad. Y no deja de ser una suerte de derrota para la Iglesia, aunque estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo por ver el otro lado de esta historia: la parte humana”.
En una institución donde pesa tanto la tradición, la renuncia del Papa provoca una gran desorientación. Aunque la separación del cargo está prevista en el Código de Derecho Canónico (canon 332, parte segunda, vigente desde 1983), ese breve texto no prevé qué suceda después de la renuncia.
Tampoco hay muchos precedentes, pues de los 265 papas en la historia, apenas ocho renunciaron al cargo, el más reciente en 1415, bastantes años antes de que existiera el libro impreso y dos siglos antes de la aparición de los primeros periódicos.
Preguntar aquí sobre qué sucederá el jueves 28 de febrero a las 8 de la noche (hora local) es toparse con una gran cantidad de respuestas.
Se especula sobre cómo habrá que llamar a Joseph Ratzinger una vez que deje el Papado o cómo deberá vestir el pontífice renunciante, pero, más importante que eso, cuándo dará inicio el cónclave que elegirá a su sucesor.
Unas versiones apuntan a que el cónclave comenzará de inmediato, después de que se haga efectiva la renuncia, pues los cardenales han sido avisados de la decisión papal y todos están haciendo planes para viajar a Roma con motivo de la Cuaresma.
Otras opiniones señalan que con la renuncia apenas comenzará el periodo de “sede vacante”, cosa que generalmente ocurre con el deceso del Papa y que deberán transcurrir de 15 a 20 días antes del inicio del cónclave.
Lo cierto es que no está claro, aunque en un escenario o en otro, habrá un nuevo pontífice para el comienzo de la Semana Santa. Aun así, no pocos se preguntan aquí sobre cuántos días conviene que quede desocupada la barca de San Pedro estando vivo el papa renunciante.
Lo cierto es que Benedicto XVI ha roto el tabú de la renuncia papal y el proceso está en marcha.
Entre las cosas que ya han quedado definidas es que Benedicto XVI oficiará hoy miércoles por última vez la misa del Miércoles de Ceniza, misma que ha sido cambiada de su sede tradicional en la basílica de Santa Sabina a la basílica de San Pedro.
“Es un movimiento natural, por cuestiones de espacio”, explicó el portavoz vaticano Federico Lombardi. “Hay que tener en cuenta que quizá sea la última gran celebración litúrgica, la última misa, presidida por el papa en compañía de los cardenales”.
Después de mañana, el Papa se ceñirá a la tradición del periodo de reflexión de la Cuaresma, y se prevé que reaparezca en público el domingo 24 de febrero para rezar el Ángelus desde la ventana de su estudio.
El 28 de febrero, después de que se haga efectiva su renuncia, Benedicto XVI, primer papa del siglo XXI y primero en seis siglos en dejar voluntariamente el cargo, abordará un helicóptero que lo lleve a la residencia papal de Castel Gandolfo, donde permanecerá mientras se elige a su sucesor.
En ese proceso tienen derecho a participar 118 cardenales, de los cuales 67 fueron nombrados por Benedicto XVI.
Una vez que haya un nuevo pontífice, Joseph Ratzinger regresará al Vaticano para residir en el convento de Mater Ecclesiae, donde se dedicará, a decir de su vocero, a “la oración y la reflexión”, sin responsabilidad ni injerencia en el gobierno de la Iglesia.
EXTRAÍDO DE EXCELSIOR.COM.MX, PORTAL DIGITAL